miércoles, 18 de febrero de 2009

Sobre los naipes: análisis estructural

¿Qué son las barajas, los naipes? Por sí mismas, son sólo elementos. Signos que como tales representan un valor completamente literal. Una carta con el valor numérico “2”, por sí misma, es una carta que sólo representa el número “2”, sin importar si está decorada con picas, tréboles, corazones o diamantes. Cabe aclarar que estos signos, a pesar de tener un significado histórico (pues los corazones nos hablan de la Iglesia, los diamantes son emblema de riqueza, los tréboles del ejército y las picas de los obreros), lo que representan no tiene influencia en el juego a nivel mito. Es decir, el jugar los naipes no simboliza una batalla entre clases, ya que la naturaleza de los juegos en los que se desarrollan las cartas exige la mezcla de naipes sin importar su signo en nivel mito, sino sólo su valor dentro del juego.
Y esto es lo que nos interesa, las relaciones de los naipes dentro de un sistema, que es el juego. Cabe aclarar que por motivos académicos, las explicaciones sobre los naipes y sus relaciones dentro de un juego se limitarán a hacer referencia sólo a la baraja francesa, ya que ésta es la culturalmente más conocida y extendida en uso, así como el juego de póker, mismo que es la actualización de la estructura del juego de naipes más reconocido.
Una baraja francesa se compone de 52 cartas, que como hemos dicho, no tienen ningún significado por sí mismas más que uno dado por la convencionalidad de la baraja y de quien pretenda usarla. La baraja es un sistema, pues no existiría si todas las cartas fuesen iguales, son las diferencias entre ellas y sus relaciones latentes la que le hacen ser reconocido como tal, como un sistema muy sencillo. Sólo cuenta con nueve nodos: los diferentes tipos de combinaciones de naipes con un valor jerárquico, que llevan a la victoria o derrota del jugador.
En el juego de póker existen dos niveles de sistemas: Sistemas que me atreveré a llamar “Sistema Juego” y “Sistema Mano”. El sistema “juego” que en sí mismo es donde las cartas son repartidas a una “n” cantidad de jugadores. El sistema “mano” o jugada es el que construye cada jugador según las cartas que se le otorgan. El sistema “juego” existe porque se apoya en las relaciones de los individuos que juegan y manipulan las cartas. Sin ellos, no habría relaciones entre ellas, ya que son los jugadores mismos quienes crean los conjuntos. En el sistema “juego” existe un regulador, una persona encargada de repartir las cartas a los jugadores, y otorgarles las nuevas que solicitan. Esta persona es quien cumple con la función de re calibrar el sistema “juego”, ya que éste no tendría sentido si careciera de término. Es por eso que el sistema se auto regula en el intercambio de cartas con la persona encargada de repartirlas. Para alcanzar la culminación del juego en la victoria de un solo jugador sobre el resto. La auto regulación se da en el intercambiar las cartas que los otros jugadores no necesitan por otras dadas al azar, con el objetivo de construir una serie de relaciones entre los naipes, que comparadas en una jerarquía de valores, la mejor combinación (ya previamente acordada por convencionalismos que tienen que ver con los signos que poseen las cartas) gana. Es una complementación de ambos sistemas: el sistema “juego” busca llegar a su fin y su autorregulación es dada por los intereses de los jugadores al buscar construir relaciones de cartas que le lleven a la victoria.
Sin embargo, ¿qué es lo que hace que la combinación de un Rey, con Reina, Jota, As, y un diez (todas del mismo color y figura), sea superior que una combinación de, digamos, tres Reyes y un par de cincos? Un convencionalismo, un pacto social. O mejor dicho, un lenguaje. El juego de Póker es un lenguaje en tanto que se maneja un código: los valores de las cartas apoyadas en los signos que las sustentan: corazones, diamantes, picas, tréboles, reyes y reinas, jotas, ases y números. Todos son significantes, imágenes sensoriales que nos llevan al significado, la imagen conceptual que nos permite entender la jerarquía, el orden y las posibles relaciones de los naipes. El jugar con las cartas es un diálogo entonces, y ocurre en ambos sistemas aquí planteados: el sistema “juego” y el sistema “mano”. En el segundo, cada jugador manipula las cartas, las resta de la “fosa común”, como palabras sacadas del lenguaje. Las cartas son componentes sintagmáticos, la existencia de una no excluye a la otra, sino que la acepta, la combina y juntas forman un nuevo significante, mismo que se transforma en un nuevo signo. Y es que, ¿no hablamos por medio de signos? Sólo que en el Póker el diálogo es distinto: la expresión de un jugador es un “Yo hablo una Escalera Real (Todas las cartas son del mismo palo y tienen que estar en secuencia, culminando la escalera con un As)”, mientras que otro dirá “Yo hablo un trío”. Diálogo que es complementado por los gestos de los jugadores, quienes en cada partida intercambian expresiones y se generan representaciones. Todo en un diálogo de confusión que, volviendo a la idea de mito primeramente planteada, no trata sobre un conflicto entre clases (como quizá el signo de cada carta pudiese representar), sino un intento humano de controlar el azar (las cartas son dadas al jugador a la suerte, sin embargo se le presenta la oportunidad de rechazarlas y cambiarlas en su totalidad o parcialidad por otras nuevas), la vida misma (pues ocurre un fenómeno de identificación respecto a las cartas: ya no son las de la “fosa común” ni son del contrario, sino que son mías) , e incluso del “destino” (el jugador siempre puede decidir). El juego de naipes es a nivel mito es quizá una reflexión sobre la vida humana: el juego se divide en dos momentos, en el primero las cartas son asignadas por un jugador con el privilegio de otorgarlas, que en un momento podría llegar a representar una divinidad o poder superior que decide de manera aleatoria el contexto, la circunstancia en que la vida humana se desarrollará. En este momento el humano/ jugador, es como un no nacido aún sin conciencia de su circunstancia (las cartas dadas y boca abajo), ni del mundo en el que despertará. Es cuando abre los ojos (voltea los naipes) y crea conciencia de su situación (las cartas que le ha tocado) cuando comienza a tomar decisiones y cambiar su vida.
Las barajas y el Póker son un mito que habla sobre la existencia humana: construir el futuro con base en las decisiones tomadas. El mostrar las cartas resulta entonces un momento de revelación, el ser humano/ jugador muestra su identidad, enseña a los otros la conciencia del yo que ha adquirido según sus circunstancias y sus decisiones. Al final, gana entonces el que tuvo las circunstancias más favorables y las decisiones más acertadas. Pero aún así, el peso de sus elecciones es mínimo comparado con la “suerte” que rodea su existencia. Misma suerte que en realidad se nos revela como la complejidad de los sistemas en los que el ser humano se ve envuelto y determinando su existencia.
El Póker es entonces un diálogo humano, entendido como mito sobre las decisiones humanas. Decisiones que son tomadas dentro de sistemas percibidos como fuerzas superiores que regulan nuestra existencia. Los diamantes, picas, tréboles y corazones terminan representando el drama humano de nacer bajo diferentes circunstancias y confirman la célebre frase de Ortega y Gasset: “Yo soy yo y mi circunstancia, y si no salvo a ésta, no me salvo yo”.

J. Daniel P. Zermeño

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