El arte de David Lynch
Conmovedor es la palabra que, en mi consideración, mejor podría describir el arte de David Lynch. ¿Y cuál es el arte de David Lynch? La putrefacción, la violencia, la familia y el horror de una existencia torturada por la mente. Pero esto, es sólo la apariencia, haciendo de su arte un asunto difícil de digerir. Su narrativa rara vez es lineal así como sus contenidos, llevándonos como espectadores a la experimentación del misterio cinematográfico. Sólo basta con observar sus cintas: éstas están llenas de historias duras. El asesinato y la monstruosidad desfilan por doquier. Pero esto, no es más que el instrumento del que Lynch hace uso para hablar de algo más sublime que el arte mismo: el amor y la irracionalidad de una existencia carente de éste.
Para ello, Lynch nos transporta a mundos internos y a historias contadas desde los puntos de vistas de quienes experimentan la carencia de amor a través de la violencia. En sus primeras cintas, desde la perspectiva de las víctimas, en las siguientes, desde la experiencia de los victimarios. Ya sea con un Ereaserhead donde el protagonista es torturado por un hijo impuesto mecánicamente por una entidad oscura y ajena al mundo, o un Lost Highway, donde el personaje principal escapa de la realidad creándose una segunda personalidad que rehúye del asesinato que él mismo perpetuó hacia su esposa. Lynch no cesa de preguntarse sobre lo que ocurre en el interior del ser humano que lo lleva a atentar contra otros y contra sí. Y es cierto, las cintas de este artista no tratan sólo situaciones o sólo de personajes, sino de personajes en situaciones. Para Lynch personaje no es sólo acción, sino también situación, pues es a través de su contexto donde explora ya no al personaje en sí, sino todo un tema e incluso al espectador mismo. Tal es el caso de las brillantes historias desarrolladas en las cintas Blue Velvet y Mulholland Drive, en donde, a través de toda una serie de imágenes de violencia, vouyerismo y clichés hollywoodenses, el artista nos plantea la posible existencia de una hipócrita felicidad que sólo cubre la oscuridad interna del ser, así como la inutilidad del escape de la realidad misma a través de invención de otra versión de la verdad en donde, el control absoluto de la vida, no es más que una tortuosa ilusión que lleva al fracaso existencial.
Con todo esto, es que me atrevo de catalogar el arte de David Lynch como conmovedor: debido a sus esfuerzos por explorar lo más oscuro del ser humano y mostrárnoslo no ya digerido, sino en la invitación de sumergirnos también y sacar nuestras propias conclusiones sobre lo que significa el vivir presos de nuestra más oscura noche del alma.
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